En varias oportunidades escuché sobre un mismo malestar dedicándome a la terapia psicológica online. Personas que consultan y mencionan el comentario repetido que les hacen: «¿por qué estás mal si no tenés de qué quejarte?”. A lo que se responden, “no entiendo por qué me siento así”.
Esta sensación es más común de lo que pensás, pero si te identificás con esta frase quizá creas que sos la única persona en el mundo que se siente de esta manera. A partir de mi experiencia clínica, puedo decirte que no sos la única persona que pareciera “funcionar” teniendo todo lo que siempre quiso y sin embargo sentir un malestar que no tiene explicación, que no es comprendido ni por su entorno ni por sí mismo.
Para que te hagas una idea de algo de lo que implica un proceso terapéutico, te voy a contar la historia de una mujer con la que trabajé en sesiones online. La trama es real, pero la información relacionada a la identidad está cambiada porque es importante para mí cuidar la privacidad de las personas que atiendo. Aclarado esto, quizás te resuene lo que le sucedió a Sonia.
Algunos llamados de atención: los síntomas
Antes de llegar a terapia, Sonia ya había intentado buscar respuestas a lo que sentía, que se expresaba de una u otra manera en su cuerpo.
En más de una ocasión había ido de urgencia a la guardia de un hospital buscando entender y aliviar sus síntomas físicos. Después de hacerse una serie de exámenes médicos, quedó descartado que tuviera algún problema de salud orgánico. Los médicos le sugirieron que consultara a un psicólogo, ya que lo que le pasaba parecía ser emocional. Estas no fueron las primeras veces que le sugirieron hacer terapia. En su familia y en sus círculos cercanos ya se lo habían sugerido varias veces.
Así fue que se contactó conmigo.
Ya comenté en otro artículo las razones por las cuales hay personas que eligen hacer terapia psicológica online en vez de presencial. Vale aclarar que en este caso fue bastante difícil coordinar horarios. Yo estaba en Argentina y Sonia en Nueva Zelanda. La diferencia horaria fue el primer desafío a enfrentar. El segundo desafío estaba relacionado a sus horarios laborales, cambiantes. Podría decir que nunca nos encontramos un mismo día de la semana ni un mismo horario. A ella le tocó, incluso, hacer terapia de trasnoche más de una vez. Así y todo lo logramos.
Sonia tenía un trabajo estable, una buena situación económica, una familia sin problemas graves en la que todos contaban con buena salud. Así y todo el malestar la acompañaba. Comenzó la primera sesión diciendo: «No entiendo por qué me siento así, no tendría por qué«.
¿Qué significa «sentirse así»? Lo que Sonia describía era un conjunto de síntomas que no le pasaban inadvertidos: opresión en el pecho, dolores estomacales, contracturas, llanto sin motivo aparente, pensamientos constantes y repetitivos sobre lo que hizo o dijo, un miedo latente a que algo malo sucediera.
¿Por qué querés hacer terapia?
Durante la primera videollamada me parece importante dar un tiempo para hablar sobre el motivo de consulta porque en la conversación sobre este tema es que empieza a enfocarse el problema. La primera videollamada no es ni más ni menos que esto, conocernos y enfocar el problema.
Así, en este primer contacto, le pregunté a Sonia qué la había motivado a buscar terapia. Sonia habló de su malestar. Además me interesaba conocer algo de su vida actualmente, le pregunté por sus vínculos, su condición de salud y sus experiencias terapéuticas anteriores, si es que las hubo.
Acordamos iniciar un proceso terapéutico. La primera sesión suelo enfocar la conversación en los objetivos terapéuticos, qué es lo que te gustaría lograr. Entonces le pregunté a Sonia qué quería lograr con la terapia. Su respuesta fue amplia: «Quiero entender qué me pasa, quiero sentirme mejor«.
A medida que avanzamos en la conversación, trabajamos en identificar qué significa «sentirse mejor» para ella y cómo alcanzar ese estado.
En terapia, exploramos esta pregunta. La acompañé a encontrar sus propias respuestas y conectarlas con su historia y su situación actual. Sonia fue poniendo palabras a lo que sentía, y se dio cuenta de que estaba en un punto en el que había logrado lo que siempre quiso, pero no podía disfrutarlo.
No disfrutaba de su trabajo que en algún momento había sido el motor de su vida, no disfrutaba de su familia que tanto había deseado, no disfrutaba de sus amistades. Sonia había dejado de disfrutar la vida. Y -hasta empezar la terapia- no se había dado cuenta de ello.
Capacidad o incapacidad de disfrutar.
Desde mi perspectiva, la capacidad o incapacidad de disfrutar es un indicador de salud. El hecho de no poder disfrutar – de al menos algún aspecto de la vida- es una señal de que algo no está yendo muy bien.
El malestar de Sonia no estaba relacionado con algo de lo que ella era consciente, llevaba adelante su día a día en una especie de desconexión emocional que pudo identificar y expresar en estas palabras: “estoy viviendo la vida en piloto automático”. Estaba viviendo sinsabores en medio de una vida que, a juzgar por los hechos, debería ser sabrosa.
La terapia psicológica online fue para Sonia una herramienta valiosa para reconectarse y tomar conciencia de algunos aspectos de sí misma de los que no se percataba. Pudo reconocer, poner en palabras, entender qué le estaba sucediendo y construir un sentido de la vida propio, a través del cual comenzó a disfrutarla.