Se acerca fin de año. En esta época del año -como describí en un artículo anterior– suelo hacer una pausa en la que me tomo un momento para sentir, pensar y escribir. Y así, año a año, voy poniendo en perspectiva el camino que voy caminando. En eso, recordé aquel diciembre del año 2000. En aquel momento -sin que yo lo supiera- inicié el viaje que me condujo hasta este presente, en el que acompaño procesos de terapia online en Argentina.
La curiosidad y el deseo de conocer el mundo
Desde chica quise “conocer el mundo”. Sentía infinita curiosidad por lo desconocido: cómo vivían otras personas, qué pensaban, qué costumbres tenían, qué se sentía estar en otro lugar.
Con el tiempo puedo ver que viajar, encontrarme con lo diferente y vivirlo como una experiencia de aprendizaje me dio una mirada amplia sobre la diversidad. Una mirada en la que sigo encontrando valor y con la que me siento identificada.
Crecí en Buenos Aires, nieta de inmigrantes europeos, escuchando relatos de mi abuela acerca del “otro lado del mundo”. Esas historias sembraron una pregunta que me acompañó siempre: ¿cómo sería vivir de otras maneras?
Los comienzos de internet y un amigo madrileño
Esa curiosidad me llevó a explorar las primeras herramientas de internet que estuvieron a mi alcance para comunicarme con otras personas: BBS, chatrooms, ICQ. Eran otros tiempos. No recuerdo exactamente cómo funcionaba todo ni cómo termina conectando con personas desconocidas… pero conectábamos.
Fue así que conocí a Pistonplus, un madrileño que se llamaba Santiago. Pasábamos horas chateando sobre cómo era la vida acá y allá, o aquí y allí. Contándonos nuestros mundos.
Este intercambio hizo crecer mis ganas de viajar. Poco después, pude hacerlo realidad.
Mi primer viaje sola: Buenos Aires – Madrid, año 2000
Era diciembre del año 2000. Viajé sola a Madrid, a mis 19 años, con el libro de La historia sin fin bajo el brazo. Madrid era todo lo que había leído, escuchado del hermano mayor de una amiga que alguna vez había viajado, de alguna canción de Ismael Serrano y- por supuesto- de todo lo que había imaginado chateando con Pistonplus. Cuánta expectativa.
Para que puedas entender lo que significaba para mí este viaje, es importante que sepas que en esa época -en Argentina, al menos- no existía el acceso inmediato a la información. Ver un video de otro país sólo era posible si justo pasaban algo en algún programa de la tele, escuchar un album implicaba ir a una disquería a comprar un CD y hablar con alguien sólo era posible mediante un teléfono fijo. Viajar era -literalmente- moverse hacia un mundo desconocido.
Recuerdo la sensación al llegar: el acento diferente, el deslizarme por las cintas mecánicas de Barajas, el metro -que no subte. Me sentía dentro de un sueño.
Me encontré con Pistonplus y viajamos a Burgos a visitar a su familia. Me enseñaron a hacer tortilla de papas y tantas otras cosas más que aprendí tan sólo por compartir unos días en su cotidianeidad. Caminamos. Conversamos. Luego volvimos a Madrid y nos despedimos: nuestro encuentro había sido el motor de mi viaje, pero yo seguiría mi camino.
Nochevieja en la puerta del sol: una fiesta multicultural que me marcó
El evento más recomendado para quienes estábamos de paso en esa época del año en Madrid era vivir la Nochevieja en la Puerta del Sol y compartir el típico ritual de las 12 uvas con otros viajeros de diferentes partes del mundo.
Llegué a aquella plaza al atardecer, después de caminar por el centro. Las personas empezaban a reunirse. Hice amigos del momento, y otros con quienes volví a encontrarme en diferentes momentos del viaje.
Surgían conversaciones espontáneas, preguntas que sonaban en diferentes idiomas:
—¿De dónde venís?
—¿A dónde vas?
Cuando no había lengua en común, había miradas, sonrisas, la alegría compartida de estar ahí.
Fue la primera fiesta multicultural que viví.
Recuerdo el ambiente de la plaza. La cantidad de gente reunida esperando que suenen las campanadas en la Casa de Correos. El reloj marcando la medianoche. El desafío de comerse las 12 uvas a tiempo. Escuchar “¡Feliz Año Nuevo!” en tantos idiomas. Compartir el momento con personas de diferentes rincones del mundo. Ese momento quedó grabado en mí y, sin saberlo, había empezado a hacer huella en mi camino.
25 años después: cómo esta historia influye en mi trabajo haciendo terapia online en Argentina
Este fue mi primer viaje. Duró unos 2 meses en los que estuve recorriendo y trabajando en puestos temporales en distintos lugares de Europa. Luego vinieron otros viajes, migraciones, mudanzas. Probablemente escriba sobre estos en algún momento.
Hoy, 25 años después, estoy en Buenos Aires nuevamente. Y esa curiosidad por lo desconocido, ese sentirme “en mi salsa” en la diversidad y ese deseo de entender cómo viven y sienten otras personas siguen estando presentes en mi trabajo como psicóloga.
Trabajo haciendo terapia online en Argentina, acompañando a personas que viven en distintos lugares, muchas de ellas atravesadas por experiencias migratorias, identidades o vínculos que se despliegan entre culturas.
Quizá por mi propio recorrido viajero, ya hay algo que dejó de ser “lo otro” y se volvió un lugar familiar, en una perspectiva intercultural, un espacio desde el que escucho y acompaño con apertura y respeto por la historia de cada quien.
Si algo de lo que escribo te resuena, no dudes en contactarme. Podemos conversar sobre tu propio proceso, estés donde estés.
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